Dejemos de retorcer el lenguaje para incluir a los hombres.
Las mujeres, en tanto que hembras de la especie humana, todas ellas sin distinción por etnia u origen geográfico, clase, preferencia sexual o cualquier otra circunstancia, son el sujeto político del movimiento feminista.
Sin embargo, desde la ideología de la «identidad de género», se quiere convencer a la opinión pública de que existen otro tipo de mujeres: «mujeres con pene» o «mujeres que nacieron en un cuerpo de hombre»; en definitiva, «mujeres trans». Esto genera un lenguaje ficticio e impuesto en el que las palabras han modificado su significado. Esta alteración artificial nos lleva a una interpretación del mundo confusa y a un estado de alienación e indefensión simbólica, donde no podemos definirnos en base a nosotras mismas, ni nombrar la realidad tal y como la percibimos. El sentido de las palabras ha sido cambiado intencionadamente.
–Cuando yo uso una palabra – dijo Humpty-Dumpty con un tono burlón – significa precisamente lo que yo decido que signifique: ni más ni menos.
–El problema es – dijo Alicia – si usted puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
–El problema es – dijo Humpty-Dumpty – saber quién es el que manda. Eso es todo.
Lewis Carroll, Alicia a través del espejo.
Nos encontramos ante un caso de violencia simbólica patriarcal profunda. Y como sabemos, la violencia simbólica precede y sienta la base de las demás violencias materiales y políticas.
Esta neolengua afecta sobre todo a la representación simbólica de las mujeres. Es significativo que el debate social hoy no es qué es ser hombre. El debate es qué es ser mujer. Nadie llama a los hombres «personas inseminantes» o «pene-portantes». Son las mujeres las nombradas como «útero-portantes», «personas menstruantes o gestantes» y toda una serie de conceptos cosificantes y deshumanizantes.
Los hombres y sus privilegios masculinos no están en peligro con la ideología de la «identidad de género» sino al revés: sus privilegios aumentan. Ya que ahora no sólo dispondrán de sus privilegios históricos, sino que podrían gozar de las pocas protecciones jurídicas reservadas a las mujeres si se declaran como tal, lo que tiene el efecto de anular de facto los derechos de las mujeres basados en el sexo, que tanto han costado conseguir y que todavía no están garantizados.
En concreto, consiguen ser considerados mujeres legalmente por la mera declaración personal, entrar en cualquier espacio exclusivo de mujeres, usurpar cuotas reservadas a mujeres, competir en los deportes contra mujeres, ocultar su sexo.
Las mujeres lesbianas son las más afectadas por la «ideología de la identidad de género», ya que son más susceptibles de entrar en procesos de transición que dañan sus cuerpos y de heterosexualizarse. Las mujeres heterosexuales son víctimas también si sus parejas sexo-afectivas se autodeterminan mujeres y transforman su cuerpo. Las mujeres en general ven menoscabados sus derechos basados en el sexo, como se expone con muchísima claridad en el libro El género daña de Sheila Jeffreys.
Por esta razón necesitamos recuperar y afianzar el vocabulario y los conceptos feministas, de forma que podamos defender con propiedad nuestra existencia material, mantener las palabras con las que nos definimos a nosotras mismas y nombrar nuestros derechos.
Bájate el pdf “Recuperemos a las mujeres como sujeto político” a continuación para conocer nuestras propuestas.