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Reino Unido vs. España: protocolos escolares frente a la “identidad de género”

Reino Unido propone un protocolo no afirmativo de la “identidad de género” que protege a la infancia en el ámbito escolar mientras, en España, el transgenerismo se impone en las aulas.

Gillian Keegan, Secretaria de Estado de Educación y Kemi Badenoch, Ministra de la Mujer y la Igualdad del Reino Unido.

El Departamento de Educación de Reino Unido acaba de publicar el borrador de una futura guía que se titula “Menores que se cuestionan el Género. Guía prescriptiva para escuelas e institutos de Inglaterra” (consultar traducción). La proponen y firman la Secretaria de Estado de Educación y la Ministra de Igualdad. El documento se someterá a consulta pública durante doce semanas para que el profesorado, las familias y los grupos interesados aporten su punto de vista. Si se avalase dicho texto, el protocolo que se aplicará cuando el alumnado menor de edad solicite acciones en su centro educativo por razón de “identidad de género” no será afirmativo, no comprometerá la seguridad ni la intimidad de las niñas y obligará a las escuelas e institutos a hacer partícipes a las familias antes de cualquier decisión o acción

Las reacciones que ha desencadenado dicho borrador son de todo tipo, desde cierto alivio expresado por centros escolares y familias, pasando por la esperanza con reservas que señalan asociaciones de mujeres y de feministas, hasta el rechazo y la frontal oposición de docentes y familias que apoyan las tesis transgeneristas y grupos de presión transactivistas como Mermaids.

En nuestro país, dos medios se han hecho eco de la noticia y han publicado sendos artículos al respecto: “El departamento de educación de Reino Unido propone un protocolo no afirmativo de la “identidad de género” en menores”, que se puede leer en Tribuna Feminista, y “Reino Unido rectifica los polémicos protocolos trans que ya se extienden por colegios de toda España”, que encontraremos en Libertad Digital.

Desde WDI nos oponemos frontalmente al marco epistemológico del transgenerismo y nos reafirmamos en el Artículo 9 de nuestra Declaración, que reafirma la necesidad de proteger los derechos de la/del menor. A pesar de que este protocolo no rechaza del todo la ideología de la “identidad de género” y, a pesar de tener un carácter no vinculante, es un paso importante para proteger al estudiantado de la confusión y desinformación producidas por la creciente legitimidad que  se le da desde las instituciones, el cine, la televisión, el colegio, las redes sociales, etc., a la ideología de “identidad de género”.  

Lo que llama poderosamente nuestra atención es la forma tan contraria de proceder del gobierno español y del británico. Los protocolos educativos que se ponen en marcha en España cuando hay casos de menores que declaran tener una “identidad trans” son producto de los dictados de determinadas personas y asociaciones que abogan acérrimamente por el transgenerismo. Es decir, son protocolos ideológicos, que no sólo chocan con gran parte de la sociedad española -particularmente el feminismo- y que van en contra de la educación libre de estereotipos de género con la que el Estado español está comprometido, sino que ponen la defensa de una ideología particular por encima del bienestar del alumnado. En varias comunidades llevan aplicándose desde mucho antes de la aprobación de la Ley Trans en 2023. Como sabemos, se basan en un tipo de actuación conocido como “afirmación de género”, que consiste en afirmar la voluntad de reconocimiento de niños y niñas de pertenecer al sexo opuesto (mayoritariamente, niñas que desean ser niños) o la cada vez más frecuente voluntad de pertenecer a ambos sexos o a ninguno de los dos.

Niñas y niños son el sector social más vulnerable al transgenerismo. Por un lado, la primera infancia está fuertemente marcada por el entorno familiar. Si en este pervive la noción sexista de que hay cosas de niños y cosas de niñas, acompañada de homofobia, no es de extrañar que el transgenerismo haya conquistado a muchas familias que están transicionando a hijas e hijos (bloqueadores de pubertad incluidos). Por otro lado, en la adolescencia, la identidad está en pleno proceso de formación, se es más proclive a buscar elementos identitarios alternativos o transgresores. Hoy en día, gran parte de la socialización adolescente se efectúa a través de entornos digitales, aprovechados por organizaciones e individuos transactivistas para divulgar su doctrina. Su teoría se basa en que nuestros cuerpos son una materia prima que, con el uso de químicos y cirugías, podemos “tunear” para que reflejen el “verdadero yo”. Además, sabemos perfectamente que los planes formativos para las escuelas e institutos, así como parte de la formación que recibe el profesorado, se dirigen a reafirmar el ideario de la “identidad de género” que acaba promoviendo el transgenerismo, y esto está sucediendo desde hace años (en La coeducación secuestrada se describe y analiza en profundidad este hecho). 

En Reino Unido, en cambio, se intenta elaborar un protocolo de actuación que cuente con el consenso de las y los profesionales de la enseñanza, de la salud, de las familias e incluso de las propias/propios menores. Se sabe que las llamadas “transiciones sociales” llevadas a cabo en centros educativos con o sin el conocimiento de las familias, no son una intervención psicosocial neutra, y varios estudios apoyan la hipótesis de que puede concretar la disforia de género. Según la Dra. Hilary Cass, encargada de liderar un panel independiente para revisar las políticas del Servicio de Identidad de Género (GIDS) de la famosa clínica Tavistock, “las transiciones sociales son intervenciones poderosas”, y suponen una responsabilidad enorme para los colegios y el profesorado. En un centro educativo no se administra medicación a un/una estudiante sin comunicarse primero con la madre, el padre o quien tenga la tutela legal, ni siquiera un analgésico de uso general, a pesar de que es muy posible que alivie un dolor o una fiebre. Entonces, tampoco se debe llevar a cabo una intervención psicosocial como la “transición social” a voluntad: lo primero que hay que hacer es hablar con la familia y tratar de solucionar el malestar de su hija o hijo con el propio cuerpo. El informe Cass, de hecho, reveló que el tratamiento afirmativo ofrecido por el GIDS en la clínica Tavistock estaba caracterizado por iatrogenia, mala praxis y homofobia. Esto ha generado alarma en las políticas y políticos de Reino Unido, como prueba la actuación de Kemi Badenoch (Ministra de Igualdad) y Gillian Keegan (Secretaria de Estado de Educación).

Mientras tanto, en nuestro país se suceden las denuncias públicas por prácticas irregulares y sin control que se efectúan desde hace largo tiempo en determinados territorios. Por ejemplo, el Informe Trànsit de la asociación Feministes de Catalunya, equivalente al Cass Review británico, prueba lo que está sucediendo en la comunidad autónoma homónima: un alarmante aumento de niñas que demandan tratamientos médicos y quirúrgicos para verse, y ser vistas, como varones. Su etiología sugiere que el rechazo de la propia condición de mujer supone un rechazo a la hipersexualización y devaluación como mujeres en una sociedad que se presenta como feminista pero que acepta, e incluso celebra, la prostitución en redes, la pornografía y el alquiler de vientres. O sea, la mercantilización de las mujeres. Ya hay casos de demandas judiciales por daños a menores, particularmente niñas, uno de ellos el de S, una joven gallega que se arrepintió de su “transición” después de que la sanidad pública gallega le extirpara los pechos y el útero.

La organización Confluencia del Movimiento Feminista realizó en su día un informe sobre el fenómeno de las “transciones” en España. Nuestro gobierno de coalición pasado (PSOE y UP) y el presente (PSOE y SUMAR), supuestamente comprometido con las causas sociales y el feminismo, ha ignorado e ignora los datos, las protestas y las reivindicaciones que presentan asociaciones médicas, de familias, de profesionales de la psicología y de organizaciones feministas como WDI España. Peor aún: ha facilitado que la ideología del transgenerismo llegue a la escuela para reeducar a niñas y niños en la anticientífica y equívoca idea de que el sexo se escoge, promoviendo así que quien no sienta comodidad con su cuerpo o con sus roles -quizás por ser lesbiana, gay o bisexual, o porque es neurodivergente, o porque rechaza los estereotipos sexistas, o porque está pasando por una mala etapa, o porque tiene una disforia pasajera, etc.- asuma una identidad trans y entre en el peligroso camino de la medicalización permanente. Además, el actual gobierno pretende blindar a las organizaciones que impulsan el transgenerismo con un pacto de Estado.

Esperamos que la sociedad británica tenga más suerte que la española y no ceda a las presiones del transactivismo. Las premisas transgeneristas no sólo son contrarias a la educación racional y no sexista de la infancia, sino que constituyen, hoy por hoy, la mayor y más escandalosa reacción patriarcal contra los derechos de las niñas y las mujeres y contra el feminismo como movimiento social que promueve su emancipación. 

Firma la Declaración