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Los “efectos secundarios” o “no deseados” de la Ley Trans

La Ley Trans es la ley de la mentira, de los fake news, de los datos alternativos: un gobierno supuestamente de izquierda y feminista no se diferencia, con esta ley, del negacionismo derechista, el identitarismo neoliberal y los ardides performativos de Trump, Bolsonaro, Abascal, Berlusconi, que pintan la realidad con los colores que mejor les convienen y piden el sacrificio de todo otro valor social ante el altar de la identidad colectiva que preconizan… Orwelliano es poco.

No exageramos. ¿No es elevar a verdad jurídica la mentira, cuando cualquier persona mayor de 16 años se puede presentar ante el Registro Civil que le corresponde y exigir que se cambie el sexo que aparece en su documentación? ¡Con esta Ley, el sexo del ser humano, animal mamífero y sexualmente dimórfico que se reproduce sexualmente, no tiene que ser documentado verazmente, sino según el deseo de cada quien! Y cualquier persona que se niegue a comulgar con esa falacia puede ser acusada de delito de odio: ¡ay de quien afirme que tal señor no es una lesbiana, o que tal otro señor no es la madre de sus hijes!  

La primera mentira de la Ley Trans es que es urgentísima porque en España las llamadas “personas trans” no tienen derechos. ¡Nada más lejos de la verdad! (Bueno, quizás llamar lesbiana a un hombre heterosexual que usa falda está más lejos de la verdad…). De hecho, en julio de 2022, el parlamento español aprobó una ley que blinda la no-discriminación e igualdad de trato en el territorio español, para asegurar que ninguna persona, por razones de edad; sexo; condición física, de salud, económica, legal; orientación sexual; apariencia; religión; origen; cultura; etc., se vea impunemente privada de alguno de los derechos recogidos en la Constitución..

La segunda gran mentira es que la Ley Trans reconoce o protege “derechos”. Al contrario: la Ley Trans ataca derechos y protecciones consagrados en la legislación española para avanzar en la igualdad entre hombres y mujeres. También conculca la libertad de pensamiento, de asociación y de expresión de hombres y mujeres, obvia condiciones necesarias para el desarrollo físico, mental y sexual pleno de niñas y niños, e incumple las políticas de coeducación adoptadas por el Estado español para garantizar una crianza y educación libre de estereotipos sexistas. 

Lo que hace la Ley es legitimar como “derechos” ciertos deseos identitarios y sexuales de algunas personas, y aunque toda persona tiene derecho a desear lo que quiera (¡por desear, podemos desear hasta el mal al prójimo!), los deseos no son derechos. Al igual que muchas personas inmigrantes, yo deseo viajar a mi país de origen con más frecuencia, pero no sería lógico que demandase la aprobación de una ley mediante la cual el estado español garantizase mi derecho y el de todos los inmigrantes de realizar estos viajes costeando los billetes de avión o tren con los fondos disponibles en las arcas del Estado. Esto sería un privilegio y no un derecho. Así, la Ley Trans concede ciertos privilegios a algunas personas y reduce los derechos de todas las personas.

La mentira más pérfida y perniciosa, sin embargo, es aquella que presenta la libre autodeterminación del sexo como el gran derecho que se le quedó en el tintero al movimiento gay; y la reconceptualización del sexo como un constructo social, como el arma con la que el feminismo finalmente podrá vencer al patriarcado. La Ley Trans viene a decir que continuar pensando que el sexo es una categoría material válida y no una identidad que cada persona siente o escoge, es el summum de la opresión heteropatriarcal. ¡Las feministas deben celebrar que cualquier hombre se declare mujer y que cualquier mujer se declare hombre, porque esto acaba con el sexismo de un plumazo! 

Hablando en serio, aunque es difícil ante este panorama orwelliano y distópico: el cambio de una inicial en el registro civil no acabará con el sexismo, ni con el patriarcado, ni con la homofobia. Con lo que sí acabará es con la capacidad del Estado de continuar luchando por la igualdad entre hombres y mujeres, contra la violencia machista, y por una sociedad libre de estereotipos sexistas. ¿Cómo podrá el Estado mantener esta lucha, si las categorías mismas de “hombre” y “mujer” perderán toda validez en tanto que la Ley Trans las define jurídicamente como mutables, asumidas voluntariamente según nuestros deseos? ¿Cómo podrá avanzar en la consecución de una sociedad más igualitaria si las nuevas generaciones serán educadas bajo un ideario que plantea que lo que define a una niña es el color rosa, los vestidos, jugar con muñecas, ser delicadas, etc., ya que todo esto es “sentirse” chica?  

Concretamente, la Ley Trans acaba, entre otras cosas:
(1) con los espacios segregados por sexo que brindan protección a las mujeres y privacidad e intimidad tanto a varones como a mujeres;
(2) con las políticas diseñadas para aumentar la participación de la mujer en espacios en los que todavía hay barreras sexistas; 
(3) con la libertad de expresión de toda aquella persona que no esté de acuerdo con la ideología de identidad de género o la teoría queer;
(4) con la equidad y la competencia justa en el deporte femenino;
(5) con la coeducación en igualdad; 
(6) con los avances que se habían venido haciendo en materias sanitarias incorporando la perspectiva de género (varón-mujer) en la investigación médica.

Los llamamos “efectos secundarios”  porque la mayoría de las personas que apoyan y celebran la aprobación de la Ley Trans seguramente piensen que estos males no los busca nadie y, de hecho, ni siquiera creen que puedan ocurrir. Pero la cuestión es que ya están ocurriendo en países (y comunidades autónomas en España) con legislaciones similares (solo hay que leer varios de los posts en esta misma web). Sin embargo, hay individuos y empresas que se relamen los bigotes porque son precisamente estos “efectos” lo que buscan. 

Es lamentable que políticos y políticas de la izquierda brilli-brilli conminen al Estado y a la sociedad a ceder más poder y ganancias económicas a las grandes corporaciones farmacéuticas y lobbys neoliberales que promueven la mercantilización de lo que nos hace humanos. Y que el autodenominado gobierno más feminista de la democracia destruya la base legal desde la cual luchar por la verdadera igualdad entre hombres y mujeres. Pero WDI no cejará la lucha por la derogación de esta nefasta Ley, y por la eliminación de todas las políticas y leyes basadas en la teoría queer y la ideología de identidad de género, que tienen como bandera al sexismo más retrógrado.

¡Apoya la lucha de las mujeres por proteger sus derechos!

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