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Sally Wainwright: El proyecto de ley que reforma el cambio de sexo registral traiciona a las lesbianas y las enviará de vuelta al armario

Compartimos la traducción del artículo Gender reform bill has betrayed lesbians — and will send them back into the closet escrito por nuestra compañera y representante en Escocia de Women’s Declaration International Scotland.

En dicho artículo, publicado el 19 de enero del 2023 en The Times, Sally Wainwright hace un análisis de las consecuencias que podrían sufrir las mujeres lesbianas por la aplicacion de leyes basadas en la autoidentificacion del sexo registral como la propuesta escocesa.

El proyecto de ley que reforma el cambio de sexo registral traiciona a las lesbianas y las enviará de vuelta al armario.

A finales de diciembre de 2022, el parlamento escocés aprobó un proyecto de ley que reforma la normativa vigente en torno al cambio de sexo registral regulado en todo el Reino Unido desde 2004 mediante el Gender Recognition Act (Ley de reconocimiento del género). Para que se convierta en ley, falta la aprobación de la Corona. La reforma permite la llamada “autodeterminación del género”, esto es, que para todo propósito e instancia (legal, social, económica, institucional, administrativa…), las personas serán tratadas y clasificadas según el “género” que digan ser. De nada valieron las advertencias de la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre la Violencia contra las mujeres y niñas respecto a los peligros que esto supone para las niñas y mujeres en Escocia, que se verán privadas de la protección que brindan los espacios segregados por sexo. Una compañera de Women’s Declaration International-Escocia, Sally Wainwright, publicó el siguiente artículo en el periódico inglés The Times, explicando cómo esta reforma afecta de manera particularmente negativa a las lesbianas:

“Como lesbiana en Escocia me preocupa profundamente cómo afectará mi vida personal, social y cultural el Gender Recognition Reform Bill [proyecto de reforma del GRA]. Yo escojo pasar gran parte de mi tiempo libre en compañía de otras mujeres y de lesbianas. Esto es esencial para mi felicidad personal y mi bienestar. Concibo los espacios solo para mujeres como un mundo aparte de los mixtos, y en ellos obtengo apoyo así como amistad.

El ambiente en estos espacios, nuestras experiencias compartidas, el entendimiento común, y mucho más, son aspectos únicos —no solo en la privacidad de nuestras propias casas, sino también en actividades sociales y culturales, incluso en los grupos de senderismo que están destinados a mujeres lesbianas—. Para nosotras, el proyecto de ley afectará no solo a nuestra seguridad, dignidad y justicia. Que lo hará. Pero lo que aterra es que afectará también a nuestra libertad de asociación, a nuestra existencia misma en el día a día y a nuestro derecho a vivir como quisiéramos.

En 1988 el gobierno de Thatcher introdujo el artículo 28, que prohibía a las autoridades locales “promover” la homosexualidad. En respuesta, una amiga y yo fundamos el Deckchair Collective, el cual organizaba encuentros anuales de lesbianas. El objetivo era asegurar nuestro derecho a existir y garantizar que las lesbianas no tuvieran miedo a salir del armario tras aquella legislación homófoba atroz.

No estaba preparada para el miedo que las lesbianas mostraron. Una mujer llamó para decir que su pareja y ella eran profesoras pero escondían su relación frente a los demás por miedo a las consecuencias de ser descubiertas. Ella tenía miedo incluso de decirme su nombre o la ciudad en la que vivían, pero telefoneó solo por la oportunidad de hablar con otra lesbiana. Ahora estamos observando el mismo miedo y aislamiento, esta vez como consecuencia de la ideología de la identidad de género.

Con la anulación del artículo 28, los cambios en las actitudes sociales y, finalmente, la introducción del matrimonio homosexual, pensé que las lesbianas por fin podrían vivir libres de prejuicios y, desde luego, sin la interferencia del Estado. Durante unos años fue más o menos cierto: la homofobia persistía, por supuesto, pero pudimos organizar discotecas de lesbianas, librerías, salidas nocturnas o grupos de senderismo. ¡Inocente de mí! ¡Pensé que habíamos conseguido un derecho indiscutible a vivir públicamente como lesbianas! ¡Qué equivocada estaba!

Nada más hacernos visibles, hombres que decían ser “mujeres” empezaron a exigir la entrada a nuestros actos. La primera vez que me topé con hombres que decían ser “lesbianas” (en Estados Unidos, en 1980) pensé que era una aberración. Qué equivocada estaba otra vez. Hoy es la política oficial del gobierno escocés, que prioriza las declaraciones subjetivas de “identidad de género” sobre el sexo biológico.

Durante años las demandas de los ideólogos de la identidad de género se hicieron cada vez más fuertes e influyentes. Desde hace algunos años, los grupos de lesbianas nos hemos visto obligadas a organizarnos y a reunirnos en secreto, teniendo cuidado de cómo anunciábamos nuestras actividades o invitábamos a nuevas participantes. Casi todos nuestros espacios sociales y de reunión cerraron. Las mujeres se autoexcluyeron de espacios y eventos para lesbianas que antes eran seguros y que se convirtieron de facto en mixtos. A las lesbianas se les prohíbe participar en las marchas del Orgullo, mientras que las pancartas lésbicas son portadas por hombres con abultados pantalones cortos plateados. 

Desde 2016, el Audacious Women Festival ha empoderado a mujeres —lesbianas y heterosexuales— para superar las desventajas que sufrimos por el hecho de haber sido concebidas hembras de la especie humana. Los eventos abarcan desde el empoderamiento personal hasta sesiones de prueba en deportes en los que las mujeres están infrarrepresentadas. Lo más importante es que son eventos segregados por sexo, libres de la energía de hombres blandiendo su sentido de superioridad física y lo que perciben como sus derechos. Esto proporciona un espacio de apoyo sin prejuicios en el que las mujeres se sienten seguras para experimentar y expresarse sin miedo a las críticas masculinas. Garantiza que los eventos estén abiertos a todas las mujeres, independientemente de su raza, religión, discapacidad, trauma o experiencia de violencia machista. El Gender Recognition Reform Bill, que ahora impugna el gobierno de Westminster, imposibilitará este tipo de actos.

Hemos sido traicionadas por grupos ideológicamente secuestrados e individuos que deberían haber abogado por nosotras. Además, los políticos escoceses han cerrado sus ojos, oídos y mentes a lo que está ocurriendo, cegados por la inexplicablemente atractiva ideología de la identidad de género y ensordecidos por los estridentes gritos de los indignados derechos masculinos. Políticos a los que simplemente no les importan las mujeres, en particular, las lesbianas, en absoluto.

La medida legal de aceptar como “mujeres” no sólo a varones con disforia de género grave, sino también a los delincuentes sexuales, los autoginéfilos o los tipos normales, está siendo impulsada por políticos que se niegan a reconocer las preocupaciones de las mujeres. Políticos que celebran el alarmante aumento del número de lesbianas jóvenes que se presentan como “trans”, en lugar de prestar atención al Informe Cass, a la necesidad de salvaguardia, o al claro elemento de contagio social. Políticos que no se preguntan dónde han ido a parar las adolescentes lesbianas. (Una adolescente me contó que pocas chicas de su curso admiten ser heterosexuales y ninguna lesbiana; todas son “trans”, “no binarias” o tienen alguna otra “identidad especial”).

Políticos, en definitiva, que se complacen en consentir la homofobia. Mejor un hijo trans que una hija lesbiana. La única protección de las lesbianas en esta atmósfera tóxica es la Ley de Igualdad del Reino Unido, que permite excluir a todos los varones en determinadas circunstancias. Pero en diciembre el Tribunal Superior de Justicia dictaminó que los hombres con un Certificado de Reconocimiento de Género (CRG) son legalmente “mujeres” a prácticamente todos los efectos.


Por extensión, los hombres heterosexuales con un GRC deben ser, lo cual es absurdo, “lesbianas”. Las pocas excepciones no incluyen asociaciones como mi grupo de senderismo. La determinación del gobierno escocés de repartir GRCs como si fueran caramelos negará a las lesbianas una existencia social o cultural distintiva. Esta nueva legislación nos devolverá al armario.

Un tribunal de Tasmania prohibió recientemente los eventos de lesbianas que excluían a varones biológicos que dicen ser “mujeres”, por considerarlos “discriminatorios”. Hacia allí se dirige Escocia. Esto es a la vez indignante y aterrador. Una vez que nos veamos obligadas a incluir a personas que no pertenecen a nuestro grupo legalmente protegido, todas las protecciones dejarán de tener sentido.

Quienes quieran espacios mixtos, bienvenidos sean. Pero también se nos debe permitir a las que queremos reunirnos, socializar e interactuar sólo con otras lesbianas, que lo hagamos. Como simpatizante de la independencia, me parece irónico que ahora dependamos del gobierno conservador del Reino Unido para hacer cumplir la Ley de Igualdad, para proteger los derechos de las lesbianas escocesas a vivir libres de coacción estatal o masculina, y para permitir que las lesbianas salgan de fiesta.”

Esta realidad que describe Sally no es un futurible o una predicción tránsfoba de un feminismo excluyente, como se venden en España las críticas feministas a la ideología de identidad de género. Ya se sienten los efectos de la normalización e imposición queer de esta ideología en la sociabilidad y libertades de las lesbianas en Escocia y el resto del Reino Unido. El proyecto de ley aprobado por el parlamento escocés, al igual que el proyecto de Ley Trans aprobada por el Congreso español, legalizarán la discriminación y desprotección descritas por Sally, convirtiendo al Estado en el promotor del nuevo armario al que se verán forzadas las lesbianas y las mujeres bisexuales.

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