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«Los derechos sexuales de los hombres versus los derechos de las mujeres basados en el sexo», conferencia de Sheila Jeffreys

Sheila Jeffreys fue una de las ponentes del Congreso Internacional «Pensar el feminismo: Una mirada global», celebrado en Valencia del 14 al 16 de mayo de 2021, en el que WHRC España formaba parte del Comité de apoyo.

La intervención de la Dra. Jeffreys tuvo lugar el sábado 15, en la sesión de mañana, con el título «Los derechos sexuales de los hombres versus los derechos de las mujeres basados en el sexo» y fue emitida en directo por el canal de YouTube de Clásicas y Modernas.

Publicamos a continuación tanto el video de su intervención (locución en inglés, con subtítulos en castellano), como el texto íntegro de su ponencia.

«Los derechos sexuales de los hombres versus los derechos de las mujeres basados en el sexo», conferencia de Sheila Jeffreys

Texto íntegro de la ponencia:

Los derechos sexuales de los hombres versus los derechos de las mujeres basados en el sexo.

Sheila Jeffreys

Conferencia para «Pensar el Feminismo: Una mirada global»

15 de mayo de 2021

«Hoy hablaré de los movimientos internacionales que los hombres han desarrollado para promover sus derechos sexuales en oposición directa a los derechos de las mujeres y los niños, y de cómo las feministas pueden responder a ellos. La llamada revolución sexual de los años 60 y 70 desató un movimiento de liberación de los hombres que exigía que las mujeres y las niñas estuvieran al servicio de las necesidades sexuales de los hombres. De él surgió la moderna industria del sexo en forma de pornografía y la tolerancia o legalización de todas las formas de prostitución. Las que en su día se llamaron «perversiones sexuales» también se liberaron y fueron percibidas como un aspecto importante de la liberación de los hombres, especialmente la pedofilia, el sadomasoquismo y el travestismo. Sus practicantes fueron rebautizados como minorías sexuales o «eróticas» y se dedicaron a hacer campaña por sus derechos, los cuales contradicen los derechos de las mujeres y menores a estar a salvo de violencia y coerción, a tener privacidad y dignidad, y a la integridad de sus cuerpos. Gran parte de lo que voy a tratar es perturbador de leer y escuchar, pero explicaré por qué debemos saberlo y por qué debemos combatirlo.

Cuando hablo de los derechos sexuales de los hombres, no me refiero a ningún derecho que exista en los documentos de las Naciones Unidas. Los derechos sexuales no forman parte de ninguna convención. Cuando los derechos sexuales forman parte del discurso de los derechos, generalmente se refieren a los derechos de las mujeres y se suelen entender como una parte de los derechos reproductivos, donde se consideran un aspecto de la salud, y tienden a referirse al derecho de las mujeres a la integridad de su cuerpo y a ser protegidas de violaciones y violencia sexual, de la maternidad no deseada y del matrimonio infantil. Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres consisten en sobrevivir en una cultura sexual masculina violenta. No se reconoce una categoría separada de derechos sexuales de los hombres, porque los hombres no son un colectivo que necesite protección de derechos como grupo separado.

Sin embargo, los derechos sexuales de los hombres son tan fundamentales para la dominación masculina que no necesitan ser declarados explícitamente. Son reafirmados por los sexólogos, por la ciencia del sexo, por los terapeutas sexuales, por los gobiernos que promueven el acceso de los hombres a mujeres y niñas en situación de prostitución y pornografía. Toda la comprensión de lo que es el sexo bajo la dominación masculina se basa en el derecho sexual masculino.

Aunque no existe un reconocimiento oficial de los derechos sexuales de los hombres, hay un reconocimiento tan axiomático, tan generalmente aceptado que no requiere mención, y es que los hombres tienen derecho a utilizar a mujeres y a menores para su placer sexual y a tratarlos sólo como objetos para su satisfacción. Esto se desprende del modo en que los gobiernos y los sistemas jurídicos de todo el mundo han protegido y promovido tradicionalmente el derecho de los hombres a utilizar a las mujeres y las niñas en la industria del sexo. Esto está comenzando a cambiar; algunos países admiten en la actualidad que la prostitución es una violación de los derechos humanos de las mujeres y promulgan leyes que penalizan a los consumidores masculinos con el fin de debilitar la actividad. Pero en la gran mayoría de los países, los clubes de striptease, los burdeles, las agencias de escorts, la prostitución callejera, la prostitución por internet, la prostitución por webcam y la pornografía proliferan y son protegidos o tolerados por el Estado. La justificación para ello es la idea de que los hombres tienen lo que la teórica política feminista Carole Pateman llama el «derecho sexual masculino». Para satisfacer sexualmente a los hombres, los estados machistas, o estados proxenetas, toleran o legalizan la prostitución en la que las mujeres son abusadas en las calles o en las habitaciones de hotel o traficadas a las viviendas de los abusadores, son amontonadas en clubes de striptease y burdeles en los que a menudo también duermen y pasan todo su tiempo.

Los Estados proxenetas dicen que es imposible pero, en realidad, creen desaconsejable restringir la distribución de pornografía. La industria de la pornografía proporciona material de radicalización para los terroristas sexuales, como el chico de 15 años de Croydon, en Londres, que está siendo juzgado estos días por atacar a 6 niñas en diferentes ocasiones cuando iban a la escuela. Las apuñaló y las agredió sexualmente. Si este fuera el tipo de terrorismo que preocupa a los Estados, es decir, el terrorismo que puede dañar a los hombres, habría una investigación para encontrar los materiales de radicalización que animaron a este chico a comportarse de esta manera. Pero no hay ninguna investigación de este tipo. Actualmente, en el Reino Unido hay una gran preocupación por la revelación, a través de un sitio web llamado «Todo el mundo es bienvenido», de que existe una crisis de acoso y abuso sexual de niñas y maestras en las escuelas. Sin embargo, los Estados proxenetas no tratan de prohibir la pornografía de la misma manera que tratan de eliminar otras formas de radicalización terrorista en la red. Los estados proxenetas tienen contratos con sus ciudadanos varones en los que se comprometen a no restringir el derecho sexual masculino.

Que los Estados proxenetas están al servicio del derecho sexual masculino se manifiesta también en el hecho de que prestan poquísima atención a la protección de las mujeres de su ejercicio. Los hombres ejercen su derecho sexual en la persecución de mujeres y niñas en el espacio público de innumerables maneras que dañan o destruyen vidas. El derecho sexual masculino se expresa en el acoso sexual y las violaciones, que crean un entorno sexualizado en el que las mujeres tienen que desenvolverse con sumo cuidado en el trabajo, en casa, en la calle, en el transporte, en los lugares de ocio. Esta presión sexual constante a la que están sometidas las mujeres se considera «natural», simplemente una forma de ser de los hombres y las mujeres deben aceptarla. Actualmente, en el Reino Unido, las feministas sostienen que son tan pocas las denuncias de violación que llegan a juicio que las violaciones han sido efectivamente despenalizadas. En marzo de 2020, el porcentaje de denuncias de violación que acabaron en juicio fue de 1,4.

La expresión de la sexualidad masculina crea un ambiente de asedio para las mujeres y las niñas. Tienen que organizar sus recorridos fuera de casa, así como su presencia en el colegio o su lugar de trabajo, para evitar las agresiones sexuales o la explotación. El mejor ejemplo de ello es la crisis de las videocámaras espía en Corea. En Corea, hombres y niños armados con una excelente tecnología utilizan videocámaras y teléfonos móviles para asediar a las mujeres. Los hombres utilizan teléfonos móviles y videocámaras para grabar por debajo de la ropa de las mujeres mientras caminan por la calle y a través de las paredes de los servicios, que están llenas de agujeros para permitir el acceso a los hombres. La grabación se transmite en directo por internet. Las pandillas criminales vigilan los aseos y los «hoteles del amor» para filmar a las mujeres en estado de desnudez o manteniendo relaciones sexuales, y ganan mucho dinero con el streaming. La situación es tan grave que se han creado empresas especializadas a las que se paga para que inspeccionen locales, como centros de conferencias, con el fin de retirar las videocámaras espía hasta que los delincuentes las vuelvan a instalar. Los infractores explican que su excitación proviene del hecho de obtener fotos de las mujeres sin que ellas lo sepan. El efecto es que las mujeres son continuamente observadas y tienen que esforzarse constantemente para evitar ser observadas, y usar los baños es peligroso. Este caso de las cámaras espía demuestra hasta qué punto todo avance tecnológico puede ser y es utilizado para promover la violación sexual de las mujeres por parte de los hombres y la destrucción de nuestra libertad.

El régimen sexual bajo el que viven las mujeres y las niñas en la actualidad se creó como resultado de la llamada revolución sexual de las décadas de los años 60 y 70. He defendido en mis libros, especialmente en «Anticlimax», de 1990, que ésta fue una revolución masculina dedicada a la liberación sexual de los hombres. La liberación sexual de los hombres en esta época condujo a la eliminación de cualquier control u obstáculo a la expresión de la libertad sexual de los hombres. Su efecto inmediato fue la normalización de la prostitución y la pornografía y el impulso de una serie de movimientos de derechos sexuales de los hombres dedicados a sus intereses particulares. La pornografía se normalizó en los tribunales al afirmar los derechos de los hombres a escribir, crear y consumir pornografía en la década de 1960, y la industria creció a partir de entonces. Esto llevó a que los hombres exigieran tener más y más fácil acceso a mujeres y niñas y a que se desarrollaran nuevas y más especializadas formas de sexualidad masculina que reclamaban ser manifestadas.

No todos los efectos de la revolución sexual fueron malos. Se realizó una campaña para la despenalización y desestigmatización de la homosexualidad, que consiguió modificar las leyes y eliminar la homosexualidad como enfermedad mental de la biblia de la psiquiatría estadounidense, el Manual de Diagnóstico y Estadística (DSM, por sus siglas en inglés), en 1973. Desgraciadamente, el movimiento por los derechos de las lesbianas y los gays fue aprovechado como modelo para otros movimientos por los derechos sexuales de los hombres, como el de la despenalización del abuso sexual infantil, conocido comúnmente como pedofilia. Se escribieron artículos académicos sobre cómo el movimiento por los derechos de los pedófilos era igual que el movimiento por los derechos de los homosexuales, pero, por supuesto, es muy diferente. Las lesbianas y los homosexuales no tratan de satisfacer sus intereses sexuales con y en los cuerpos de personas que no lo desean, sino establecer relaciones igualitarias. Al movimiento de liberación de los pedófilos le siguió un movimiento de promoción del sadomasoquismo o BDSM (por sus siglas en inglés), y posteriormente del travestismo. En todos los casos, los movimientos a favor de los derechos sexuales de estos hombres se apoyaron en el movimiento por los derechos de las lesbianas y los gays. Esto es especialmente cierto en el caso del travestismo, con la invención del acrónimo LGBT, que sugiere que existe una asociación, en lugar de una completa contradicción, entre el travestismo y los derechos de las lesbianas y los gays. Esta confusión es deliberada, por supuesto.

En los años 90, la industria del sexo se había vuelto muy rentable y la industria de la pornografía se vio potenciada por la aparición de internet. En este contexto, surgieron grupos de presión a favor de la libertad sexual cuyo objetivo era claramente ampliar los derechos sexuales de los hombres. En EE.UU. y en el Reino Unido, los grupos de presión, a saber, la Coalición Nacional por la Libertad Sexual, fundada en 1997, y la Coalición por la Libertad Sexual, fundada en 1996, se dedican a ampliar los derechos sexuales de los hombres y a garantizar que las mujeres concedan acceso sexual con mayor facilidad. Pretenden liberalizar la legislación sobre la prostitución y la pornografía y ampliar la aceptación pública y legal de lo que ya no se llama «perversiones», porque se considera demasiado negativo, sino parafilias, como el sadomasoquismo. Funcionan como grupos de presión de la industria del sexo y operan en un mar de organizaciones similares que representan diversos nichos en los que los hombres buscan una mayor «libertad sexual».

La revolución sexual proporcionó una plataforma para la liberación de las perversiones o parafilias. La manera en que esto se ha producido se prevé en un libro controvertido aunque muy conocido, publicado en inglés en 1966, «Las minorías eróticas: Una declaración de derechos sexuales», de Lars Ullerstam. Se publicó primero en Suecia, en un momento en que Suecia y los otros países escandinavos, como Dinamarca, eran considerados en la contracultura de los años 60 como la vanguardia de la revolución sexual. A él se le atribuye la invención del término y del concepto de minorías sexuales. Ullerstam presenta un manifiesto de los intereses sexuales masculinos y los convierte en reivindicaciones de derechos. Arremete contra lo que llama «la crueldad de los viejos moralistas», que crearon «leyes para impedir que los exhibicionistas, los pedófilos y ciertos tipos de escopofílicos pudieran satisfacer sus impulsos sexuales». La escopofilia es la excitación sexual de los hombres al ver a otros en actividad sexual y abarca la pornografía y el voyeurismo. El autor explica que hay que desestigmatizar lo que antes se llamaba «perversiones», porque la desaprobación social de estas formas de comportamiento sexual masculino hizo infelices a los hombres: «A lo largo de los tiempos se ha aplicado el término “perversión” a los fenómenos más dispares. Pero, en general, esta etiqueta envenenada se ha aplicado a las necesidades humanas… Quien se preocupa por la felicidad de sus congéneres debe, pues, apreciar y fomentar las “perversiones”». El problema es que las «perversiones» que menciona son específicamente masculinas, y serían infligidas sobre mujeres y menores.

A finales del siglo XX, muchas de las perversiones defendidas por Ullerstam empezaron a salir de los libros de texto de medicina y de la biblia de la psiquiatría estadounidense, el Manual de Diagnóstico y Estadística o DSM, para entrar en el espacio público, exigiendo su aceptación social, e incluso, en los casos del travestismo y la pedofilia o abuso sexual infantil, formaron movimientos para reivindicar el derecho a la expresión de sus inclinaciones, con un importante perjuicio para los derechos de las mujeres y de la infancia. Este proceso fue anticipado y celebrado por Gayle Rubin, antropóloga, partidaria del sadomasoquismo y teórica queer. En 1984 sostuvo, en un escrito muy significativo llamado «Pensar el sexo», que se convirtió en un texto fundacional de los estudios queer, que había llegado un momento histórico en el que las perversiones sexuales estaban siendo liberadas de las sanciones legales y de los prejuicios de la religión y la medicina. Estas prácticas incluían, según ella, «el fetichismo, el sadismo, el masoquismo, la transexualidad, el travestismo, el exhibicionismo, el voyeurismo y la pedofilia». Nótese que utiliza el término «travestismo», que ahora es la base de lo que se llama transgenerismo. En la época en la que ella escribía, se entendía que los travestis eran una «minoría erótica» y no que tuviesen una especie de cerebro femenino en un cuerpo masculino.

Rubin explica que en la década de los 70 una combinación de movimiento gay y actividad capitalista había establecido una cultura y una comunidad de homosexuales en EE.UU. y sugiere que ello podría ser la evolución previsible para aquellos interesados en la pedofilia o lo que ella denomina relaciones intergeneracionales, el fetichismo, el travestismo y el sadomasoquismo. El sadomasoquismo ya estaba muy consolidado como una práctica de preferencia dentro de la cultura de los hombres gays, con clubes especializados, pornografía y tiendas de accesorios.

Rubin llama a este proceso la «modernización del sexo». Afirma que esta «modernización del sexo» convirtió a «homosexuales y prostitutas» en «disidentes eróticos» y revolucionarios. Señala que otros grupos intentaban «emular los éxitos de los homosexuales» y que éstos eran «los bisexuales, los sadomasoquistas, los individuos que prefieren los encuentros intergeneracionales, los transexuales y los travestis», que estaban formando sus propias comunidades e identidades. «Encuentros intergeneracionales» es el eufemismo que emplea para referirse al abuso sexual infantil. Los menores, por supuesto, no clamaban por la liberación sexual, únicamente lo hacían los hombres que querían utilizarlos. Las «perversiones», decía, estaban «intentando conseguir espacios en la sociedad, pequeñas empresas, recursos políticos y una disminución de las sanciones por herejía sexual». La mayor parte de lo que ella predijo se ha hecho realidad.

La pedofilia presenta un caso paradigmático de cómo se puede normalizar una perversión sexual. De la revolución sexual de los años 60 y del movimiento de liberación gay surgió una campaña para despenalizar el acceso sexual de los hombres a menores. En la década de los 70, la campaña para reducir o eliminar la edad de consentimiento, que impedía a los hombres abusar de menores, estaba muy avanzada en muchos países, entre ellos EE.UU., el Reino Unido, los Países Bajos y Francia. Fue liderada por hombres homosexuales. La campaña fue ampliamente apoyada por la izquierda, que la consideraba progresista. Surgieron muchos grupos de pedófilos, si bien el principal en el Reino Unido fue el Paedophile Information Exchange (Intercambio de Información sobre Pedofilia), llamado PIE para abreviar, que publicitaba a sus integrantes viajes al sudeste asiático para abusar de niños. Estuvo vinculado durante varios años sin ninguna objeción al Consejo Nacional para las Libertades Civiles, que ahora se llama Libertad, la principal organización de defensa de derechos en el Reino Unido. Las feministas del Reino Unido y de EE.UU. nos opusimos. Formamos grupos para luchar contra la abolición o la reducción de la edad de consentimiento sexual y yo estuve en uno de ellos en Leeds, en el Reino Unido, en 1978. Conseguimos frustrar sus objetivos y demostrar que la pederastia era violencia contra la infancia. A principios de la década de los 80, varios miembros del PIE fueron juzgados por actos sexuales con menores y el grupo se disolvió en 1983. El movimiento pedófilo era tan aceptable a finales de los 70 y principios de los 80 como lo es hoy otro movimiento por los derechos sexuales de los hombres, el movimiento por los derechos de los transgénero. Entonces, como ahora, las feministas se oponían a las demandas de los hombres, mientras que la izquierda las apoyaba. Hay similitudes fascinantes.

Hubo una pausa en la promoción de la pedofilia, pero en la década de los 90 estaba de nuevo en marcha. La normalización de los abusos sexuales a menores se vio sobrecargada por el desarrollo de internet, que permitió la creación de redes de apoyo y de una comunidad de intereses, así como de una industria de pornografía infantil en línea. La campaña está logrando en la actualidad algunos éxitos significativos en el aumento de la tolerancia social. Aunque en general no han conseguido cambiar la legislación, los activistas pedófilos han logrado un cambio de nomenclatura, pasando a ser «personas atraídas por los menores», y han establecido una categoría ya plenamente reconocida en el campo de la criminología, la de pedófilos «buenos». Los pedófilos «buenos» se definen como pedófilos sin contacto, es decir, que fantasean con el sexo con menores e incluso compran muñecas sexuales infantiles con las que interactúan, pero no recurren, supuestamente, a menores reales. Se describen a sí mismos como si tuvieran una orientación sexual como la de los homosexuales, sostienen que han nacido con pedofilia y que no pueden evitarla, y exigen comprensión como una minoría sexual oprimida. Estos «buenos» pedófilos tienen grupos de apoyo en internet donde pueden reunirse y comentar sus experiencias. En ellos no hay mujeres.

La siguiente «perversión» sexual o parafilia en torno a la cual se formó un movimiento de liberación sexual fue el sadomasoquismo. La preferencia por una práctica sexual en la que una persona inflige violencia física o psicológica a otra era, antes de la revolución sexual, considerada habitualmente en el Manual de Diagnóstico y Estadística como una parafilia, es decir, una forma de desviación sexual. A partir de los años 70, una campaña liderada por hombres homosexuales, y con origen en San Francisco, intentó normalizar la violencia sexual bajo el nombre de sadomasoquismo. En la actualidad se engloba bajo el término BDSM (Bondage, Disciplina y Sadomasoquismo) o simplemente «kink». La campaña adoptó una forma similar a las realizadas en favor de otras parafilias como el travestismo y la pedofilia. Los defensores, en su mayoría hombres, trataron de promover y normalizar su práctica a través de grupos de apoyo, convenciones, ferias y exposiciones públicas. Uno de los aspectos más importantes de su campaña fue cambiar el diagnóstico psiquiátrico de su práctica para que se considerara una forma común de sexo en lugar de estar asociada en modo alguno a una enfermedad mental. Este objetivo se logró. Posteriormente, hicieron campaña para cambiar la ley de modo que su práctica no pudiera considerarse delictiva y para evitar discriminaciones en cuestiones como la custodia infantil. En este último aspecto todavía no han logrado del todo su objetivo.

La normalización del sadomasoquismo tiene un impacto muy nocivo en la salud, la seguridad y los derechos de las mujeres porque, en las relaciones heterosexuales, las víctimas de esta práctica son mujeres en su inmensa mayoría y sufren violencia y control. Afecta a los derechos legales de las mujeres a no sufrir violencia sexual, puesto que la campaña para cambiar la normativa para reconocer la posibilidad de consentir un daño considerable amenaza el derecho de las mujeres a ser protegidas por la ley. Los hombres pueden afirmar, y de hecho lo hacen, que las mujeres «consienten» los abusos. Esto también es importante porque la normalización de la violencia sexual ha tenido efectos muy considerables en la experiencia sexual de las mujeres, ya que las prácticas de sexo anal, la estrangulación y muchas otras prácticas dolorosas y violentas se han convertido en elementos comunes de las relaciones sexuales cotidianas.

La práctica más letal que se ha normalizado es la estrangulación, que en el BDSM se denomina con el eufemismo «juego de la respiración» (asfixia erótica). Este juego puede incluir asfixia, o ahogo, utilizando una capucha u otro objeto, así como estrangulación. La aceptación de esta práctica simplemente como una forma audaz de practicar sexo queda demostrada por la omnipresencia de artículos en revistas femeninas sobre cómo llevarla a cabo. Un artículo de Women’s Health de 2016 sobre esta práctica explica que la adopción de formas menos peligrosas de BDSM podría perder su interés por lo que se puede intensificar el repertorio con la asfixia. Afirma: «Si las vendas en los ojos y los juegos de rol se han convertido en un terreno convencional para ti y tu pareja, todavía hay un montón de actividades sexuales que se consideran extraordinariamente peculiares. Como la asfixia. Sí, suena intenso, pero experimentar con el control de la respiración, o el scarfing (usar un pañuelo para restringir la respiración), puede ser una experiencia excitante para algunas personas». El artículo, titulado «La asfixia como acto sexual: ¿es lo tuyo?», dice que a muchas lectoras les encanta. El artículo cita a una terapeuta sexual que explica por qué esta práctica es excitante para las mujeres. Afirma que «tener las manos de un hombre alrededor del cuello contribuye a la fantasía de ser tomada, también conocida como éxtasis… sientes que tienes un poder erótico sobre él», y «tus receptores de dopamina se ponen a funcionar a toda máquina».

En realidad, es evidente que una mujer que está siendo estrangulada tiene muy poco poder. Cuando se producen muertes, como ocurre cada vez más en esta práctica, se utiliza la defensa del juego sexual que sale mal. En el Reino Unido, es el método utilizado para matar en el 29% de los casos en que las mujeres son asesinadas por hombres. Esta es una descripción de los efectos de la estrangulación que no resulta mortal: es «muy dolorosa y la incapacidad de respirar es sumamente aterradora. La pérdida de conciencia puede producirse en 10 o 15 segundos y la falta de oxígeno en el cerebro puede provocar daños cerebrales leves. Numerosos efectos a más largo plazo comprenden fractura de tráquea/laringe, hemorragias internas, mareos, náuseas, acúfenos, hemorragias en los oídos, lesiones neurológicas como parálisis facial y ptosis palpebral, pérdida de memoria e incluso derrames cerebrales varios meses después debido a los coágulos de sangre». Las prácticas de sadomasoquismo que realizan los hombres con las mujeres son dañinas y podrían resultar mortales. Hay muchas otras prácticas masculinas que se han englobado bajo el paraguas del «kink» que no tienen un impacto tan demoledor, pero que siguen requiriendo la utilización de las mujeres como servidoras sexuales en formas que son penosas, humillantes y repugnantes. El fetichismo de pañal o el infantilismo parafílico es una de ellas.

El ámbito del acrónimo BDSM ha experimentado una continua expansión, de manera que ahora abarca una amplia gama de comportamientos fetichistas de los hombres. Lo que las prácticas tienen en común es la conexión con la erotización de la jerarquía de poder. Una práctica que tiene claramente un impacto negativo sobre las mujeres y ofrece un buen ejemplo de cómo se están creando y normalizando nuevas parafilias masculinas en el momento actual, no tiene aún un nombre fijo en la literatura médica o de sus practicantes. Se denomina fetichismo de pañal, síndrome del bebé adulto, trastorno de identidad con respecto a la edad, infantilismo parafílico, etc., e implica que hombres adultos optan por llevar pañales y/o adoptar una conducta que consideran propia de bebés y niños pequeños. Ello puede abarcar desde hablar de forma infantil hasta exigir a las mujeres que les cambien los pañales sucios y les limpien las nalgas, e incluso llevar ropa especial de adulto «para bebés». Puede ser que elijan hacer esto esporádicamente o todo el tiempo que estén en casa, o que lleven pañales en público debajo de la ropa convencional. El fetichismo de pañal se asemeja a otras formas de fetichismo masculino en que no es una práctica privada. Se lleva a cabo principalmente en el hogar o en el lugar de trabajo, donde las mujeres y los menores se ven obligadas a observar o participar. Algunos practicantes exigen que sus esposas estén al servicio de su fetiche al permitirles ser bebés de forma permanente, y algunos exigen crear en sus casas habitaciones infantiles especiales en las que sus esposas puedan atenderlos.

El efecto sobre las mujeres y los niños puede ser muy dañino. Estos hombres, al igual que otros fetichistas, captan a un público femenino renuente y actúan ante él. Se han dado casos de fetichistas de pañal que acosan sexualmente a mujeres al exigir que profesoras universitarias, trabajadoras sociales o incluso trabajadoras de aerolíneas les cambien el pañal sucio. Acosan sexualmente a las terapeutas al fingir necesitar ayuda con un fetiche con el que, de hecho, están muy contentos, y así poder exhibirlo ante los ojos de una mujer. Las esposas son obligadas a tratar a sus maridos como bebés y a utilizar sus nombres de bebé, generalmente de mujer, porque el fetichismo de pañal suele manifestarse junto con el travestismo. Los hombres simulan ser bebés niña, utilizan nombres de mujer y usan baberos rosas. De este modo, se combinan dos formas de desvalimiento para conseguir una mayor excitación.

Otra forma muy dañina de fetichismo es el cebismo en el que los hombres obtienen satisfacción sexual alimentando a sus parejas mujeres hasta que son obesas y apenas pueden moverse, lo que pone en peligro sus vidas. Otra es la dronificación en la que la mayoría de los hombres, y sobre todo los travestis, cubren sus cuerpos con látex y usan máscaras de gas para jugar a ser siervos mecánicos obedientes sin personalidad humana. Hay muchas tiendas online que venden el equipamiento para ello. Otra forma de fetichismo, llamada apotemnofilia, consiste principalmente en hombres que quieren convertirse en discapacitados al fracturarse la espalda o amputarse extremidades. Esta parafilia también tiene fuertes conexiones con el travestismo. La apotemnofilia está asociada a otra parafilia, la acrotomofilia, que consiste en el interés sexual de ciertos hombres por las personas que han sufrido amputaciones. Estos hombres pueden acechar los eventos sobre derechos de las personas con discapacidad para acercarse a las mujeres con amputaciones o buscan casarse con novias por correspondencia que tengan amputaciones. Les gusta acariciar los muñones.

Es probable que muchas personas sepan que existe un movimiento por los derechos transgénero, pero que no sepan que se trata de un movimiento por los derechos sexuales de los hombres, que encaja muy bien en la historia de la liberación sexual de los hombres que he esbozado anteriormente. Muchas personas desconocerán por completo que el transgenerismo, o a lo que me referiré aquí como travestismo, consiste en una parafilia. Se distingue de los otros movimientos por haber desarrollado un alcance extraordinario a nivel internacional para conseguir cambios en las leyes y en las políticas, y por amenazar actualmente la existencia de la propia palabra «mujer» y cualquier posibilidad de feminismo. Ha logrado todo esto al simular que no tiene nada que ver con el sexo. Los travestis que lideran el movimiento dicen ser mujeres de verdad. Se apoyan en el hecho de que existe una profunda creencia social en el «género», es decir, en los estereotipos sexuales que se imponen a las personas como consecuencia de su sexo biológico. Mucha gente cree que las mujeres están de algún modo interesadas de forma natural en llevar maquillaje y zapatos de tacón. Creen que estas cosas representan una esencia de género que existe naturalmente en las mujeres y que, por algún percance biológico, podría transferirse a un hombre. Pero esto no es así. No hay pruebas de que exista un cerebro femenino.

El movimiento por los derechos de los travestis o transgénero utilizó exactamente los mismos métodos que los otros movimientos de parafílicos de los que he hablado hoy. Los activistas hicieron campaña para que la profesión médica normalizara su práctica cambiando su clasificación en el DSM. Crearon innumerables grupos de apoyo y negocios online y desarrollaron un nicho particular en la industria de la pornografía. Hicieron campaña para que la ley cambiara y reconociera específicamente sus derechos. Se diferencian de los demás movimientos por su extraordinario éxito en la transformación de la cultura y la política, pero se diferencian en otro aspecto de los restantes movimientos fetichistas de los hombres. Las otras parafilias perjudican a las mujeres que los hombres involucran en sus prácticas, a las esposas, a hijas e hijos, a las mujeres encargadas de los cuidados y a las profesionales, pero no afectan a todos los derechos y oportunidades de todas las mujeres y niñas. Pero el travestismo sí, porque el fetiche consiste en excitarse específicamente por la opresión de las mujeres y, por ello, en exigir que los travestis sean respetados en las leyes y políticas como si fueran mujeres. Todos los espacios, leyes y políticas que atañen a las mujeres se basan en el sexo biológico de las mujeres y en el hecho de que las mujeres están oprimidas y necesitan políticas especiales de discriminación positiva y de protección contra la violencia de los opresores. Cuando los hombres con una motivación sexual invaden la categoría de las mujeres, todo lo que las feministas hemos conseguido durante décadas queda anulado. El sexo es sustituido por el género. Los estereotipos sexuales se protegen y se promueven en las leyes y en las políticas, y la condición de mujer se reduce a ellos.

De hecho, la gran mayoría de estos hombres son varones heterosexuales que son masoquistas sexuales y que desde una edad muy temprana, generalmente alrededor de los 11 años, se acicalan con ropa interior y otras prendas de mujer, generalmente de una hermana o de su madre, lo que les produce excitación sexual. Como las mujeres son la clase subordinada en la supremacía masculina, adoptar lo que ellos ven como feminidad genera en estos hombres la placentera excitación de ser degradados, y esto queda claro en su pornografía y en todos los programas de formación, blogs, y páginas de facebook de estos hombres en internet. Son fetichistas que fetichizan la ropa, las partes del cuerpo, los comportamientos y las funciones biológicas de las mujeres, como el embarazo y la menstruación. Una minoría de los hombres que dicen tener «identidades de género» femeninas son hombres homosexuales que no se sienten felices siendo homosexuales y prefieren ser vistos como mujeres heterosexuales. Pero la mayoría son hombres heterosexuales que prefieren percibirse a sí mismos como lesbianas porque ello les excita, e intentan que sus esposas se hagan pasar por lesbianas, o merodean por las aplicaciones para ligar y los locales de lesbianas tratando de presionarlas para que tengan relaciones sexuales con ellos. La gran mayoría toma hormonas y puede someterse a muchas intervenciones quirúrgicas, pero en general conservan sus penes porque perderlos les crearía un problema en su excitación sexual. Muchos mantienen la barba.

Hay una gran cantidad de pruebas de que la gran mayoría de los hombres que afirman tener identidades de género femeninas son simplemente los travestis de antaño quienes tenían una motivación sexual por imitar a las mujeres, y no una nueva variedad de persona. Algunos sexólogos relevantes no cedieron al hostigamiento de los transactivistas y siguen demostrando, a partir de sus investigaciones y de su enorme experiencia en el trato con estos hombres, que tienen una parafilia sexual a la que llaman «autoginefilia», amor a la mujer que hay en ellos mismos. Explican que estos hombres imitan a las mujeres de varias maneras. Un grupo de autoginéfilos se interesa únicamente por vestir con lo que perciben como prendas femeninas. Puede que sólo quieran llevar ropa interior femenina, probablemente incómoda y con adornos, bajo sus trajes en el trabajo, o puede que quieran presentarse en público con el aspecto de una estrella del porno. Una parte de este grupo habrá experimentado en su adolescencia con el robo de ropa interior femenina de los tendederos con el fin de masturbarse sobre ella o con ella puesta. A otro grupo le gusta participar en lo que los practicantes consideran actividades femeninas. A algunos les gusta tejer, por ejemplo. Otros de este grupo visitan a mujeres prostituidas y exigen que se les «obligue» a hacer las tareas domésticas vestidos con un disfraz pornográfico de «criada francesa». Sin embargo, estos hombres no realizarán ninguna tarea doméstica en su propia casa, porque la consideran un trabajo femenino denigrante. Otro grupo de autoginéfilos busca emular la biología de las mujeres. A estos hombres les gusta fingir que menstrúan utilizando compresas y tinta roja, o buscando tampones usados en los baños de mujeres e introduciéndolos en sus anos. Otros se ponen piezas de goma que simulan ser partes del cuerpo femenino, ya sea sólo una vulva o un traje de cuerpo entero con el que se ponen delante de un espejo y acarician sus pechos de goma, por ejemplo. Los más dedicados buscan alterar su apariencia física permanentemente mediante el uso de hormonas y algunos, una pequeña minoría, se someten a amputaciones de sus genitales, y estos son los que antes se llamaban transexuales. Casi sin excepción, estos hombres tratan de censurar cualquier insinuación de que hacen todo esto por motivos sexuales porque ello podría inhibir la compasión del público.

La mejor prueba de la motivación sexual de estos hombres es la ingente cantidad de pornografía dedicada a ellos. Hace unos años se calculaba que la pornografía transgénero representaba el 10% de la industria, pero es probable que hoy en día sea más. La pornografía adopta la forma de sisificación [afeminamiento] o bimboficación [convertirse en una «tía buena sin cerebro»], es decir, historias y películas en las que loshombres son transformados a la fuerza en mujeres. Incluye pornografía en la que los hombres amamantan o se quedan embarazados o se convierten en niñas pequeñas o llevan pañales. Una forma relativamente nueva de pornografía travesti es el sissy hypno [hipnosis para afeminar]. El sissy hypno es una forma de hipnosis en la que los hombres ven pornografía guiados por una voz en off que les induce a sentir que son realmente las mujeres que aparecen en la pantalla. En los numerosísimos sitios de discusión sobre el sissy en las redes sociales, especialmente en Reddit, los hombres comentan sobre la excitación sexual de este tipo de porno y se preguntan si son mujeres de verdad o no. Cuentan que sienten un deseo creciente de ser transgénero.

La minoría de los hombres que transicionan son homosexuales, y su motivación es el odio a sí mismos más que la autoginefilia. La ideología y la práctica del transgenerismo que han creado los activistas se ha extendido a las mujeres, casi todas lesbianas, y a la infancia, de nuevo casi en su totalidad con atracción por su mismo sexo. Incluir a las mujeres y a menores bajo el manto del transgenerismo es de gran ayuda para los travestis porque oculta las motivaciones sexuales de los varones. Las mujeres y menores son los daños colaterales del movimiento por los derechos transgénero y realizan la transición por motivos muy distintos.

El movimiento por los derechos transgénero ha tenido un éxito notable en sus campañas desde los años 90 por el derecho a la expresión del aspecto del derecho sexual masculino que es la «identidad de género». Sus exigencias se han ido incrementando de forma gradual. Los organismos internacionales, las cámaras legislativas nacionales y muchos gobiernos y organizaciones locales se han visto abrumados y han capitulado. Una de las razones para ello es la enorme cantidad de dinero e influencia que los laboratorios farmacéuticos, los cuales se lucran con la administración de sus productos a las personas de por vida, a menudo desde la infancia, han sido capaces de movilizar. Amazon, por ejemplo, ha prohibido y ocultado una serie de libros que son críticos con el transgenerismo. Es probable que esto se deba a que, desde 2019, Amazon ha procurado entrar en la industria de la medicina llegando a ser un importante proveedor de fármacos y equipos para hospitales y clínicas. Las críticas al enorme mercado creado por el transgenerismo no encajan con sus objetivos comerciales. Los multimillonarios filántropos travestis también han financiado el transactivismo. Esto ha hecho que muchas organizaciones no gubernamentales de lesbianas y gays y de derechos humanos hayan adoptado los derechos trans para obtener acceso a financiación y han podido ejercer una enorme influencia. Las organizaciones feministas no tienen personal remunerado ni dinero para influir como lo hacen los travestis y, hasta hace muy poco, la mayoría no tenía ni idea de lo que ocurría porque las campañas de los travestis se han llevado a cabo intencionadamente de forma encubierta.

La propuesta que los travestis han perseguido con tanto éxito consiste, en primer lugar, en ser reconocidos como mujeres ante la ley y tener acceso a todos los espacios, deportes y oportunidades que se han designado a las mujeres para paliar las graves desventajas y la violencia que sufren las mujeres bajo la dominación masculina. Los derechos humanos se basan en la dignidad de la persona. Los espacios para mujeres se crean para proteger la dignidad y la privacidad de las mujeres. Los travestis han conseguido acceder a todos ellos con considerables amenazas para la seguridad y el bienestar físicos de las mujeres. En muchos países ya pueden acceder a los aseos de mujeres, a los vestuarios, a las cárceles y a las casas de acogida. Han cuestionado con éxito, también, cualquier oportunidad o premio que se haya reservado para permitir la igualdad de las mujeres. Han entrado en los deportes femeninos, desde el nivel universitario hasta el profesional, hasta llegar a los Juegos Olímpicos. Los deportes en los que mujeres y niñas tienen que competir con hombres no pueden ser justos y los hombres están hurtando los premios a las mujeres. Han entrado en competiciones como premios literarios para mujeres y han restado oportunidades a las mujeres. En la política se han convertido en cargos femeninos y han entrado en las listas de candidaturas femeninas. Su entrada en todo lo que pertenece a las mujeres es global y casi completa.

Pero la expansión de su imperio va mucho más allá. Ya han conseguido un éxito considerable al eliminar el vocabulario que se aplica a las mujeres en tanto que sexo de los ámbitos de la medicina, la educación y la política y el derecho, porque esto les hace sentirse excluidos. Así, las mujeres embarazadas se convierten en personas embarazadas y las mujeres que amamantan se convierten en personas que amamantan, lo que pone en peligro todo el trabajo que las feministas han realizado para favorecer las necesidades sanitarias específicas de las mujeres durante décadas y ha hecho que las mujeres sean invisibles en los ámbitos de la medicina que conciernen específicamente a las mujeres. La posibilidad de identificar a las personas por su sexo ya ha desaparecido de las estadísticas de delincuencia, y los medios de comunicación se refieren regularmente a los hombres que violan y asesinan mujeres con pronombres femeninos, como si las mujeres fueran realmente responsables de estos delitos. En los tribunales de muchas jurisdicciones, las mujeres que han sido agredidas deben utilizar ahora pronombres femeninos para su agresor, como si hubiesen sido agredidas por una mujer que tuviese un «pene femenino».

El movimiento por los derechos transgénero ha irradiado todo un imperio de daños a muchos grupos de personas. Las esposas y las parejas mujeres se ven perjudicadas por los hombres que, de repente, tras décadas de matrimonio y varios hijos, dicen que son en realidad mujeres y exigen que sus esposas tengan sexo lésbico con ellos porque ahora son lesbianas. Se está causando un terrible dolor a las esposas, madres e hijos/as de los hombres por la práctica de su fetiche. Se produce un enorme daño a la infancia, ya que la transición de menores, en su mayoría jóvenes lesbianas, se está acelerando en todo el mundo como una forma de ganar dinero. A los niños se les administran fármacos que retrasan la pubertad e impiden el desarrollo cerebral y óseo, pueden destruir la capacidad de placer sexual y destruyen la fertilidad. Hay un gran daño a las lesbianas, no sólo a las que están siendo convencidas de que realmente pueden convertirse en hombres a través de amputaciones y fármacos peligrosos de por vida, sino a sus parejas mujeres cuyo lesbianismo es destruido al ser resituadas como consortes heterosexuales de los hombres en los que ahora sus novias se han convertido aparentemente. También hay daños para las lesbianas por parte de los hombres que merodean por las apps de citas para lesbianas y presionan a las lesbianas para que accedan a relaciones sexuales con penetración, para evitar ser acusadas de transfobia.

Otro efecto del activismo travesti es la restricción del derecho a la libertad de expresión de las mujeres mediante la intimidación y el acoso. Esta intimidación es un buen ejemplo de la diferencia entre la campaña por los derechos transgénero y otros movimientos pro derechos. Alcanza incluso a amenazar de muerte. La Alianza Transgénero del Reino Unido opinó en febrero de 2021 que todos los movimientos pro derechos tienen que utilizar la violencia para conseguir sus fines, diciendo: «Todos los movimientos de derechos civiles han acabado con un derramamiento de sangre, los grupos no se limitan a ceder y aceptar. Cuando las terf empiecen a ser asesinadas, las leyes cambiarán» (Shaw, 2021). Terf (Feminista radical transexcluyente) es un término inventado por los activistas transgénero para describir a las feministas que no están de acuerdo con ellos. Otro ejemplo de las amenazas que los activistas están dispuestos a proferir fue dirigido contra Carmen Calvo, la vicepresidenta del Gobierno de España por ser crítica con la propuesta de legislación sobre la autoidentificación. El 19 de febrero de 2021, se colgó una efigie suya en un árbol de una céntrica plaza de la ciudad de Santiago de Compostela llamada Día Internacional de la Mujer. Un mensaje alrededor del cuello del muñeco dejaba claro que se la estaba atacando por ser feminista, igual que la ubicación.

Muchas otras políticas y prominentes mujeres han recibido acoso y amenazas por ser «tránsfobas». La diputada por Canterbury (Reino Unido), Rosie Duffield, fue citada como «completamente aterrorizada» por las amenazas contra su vida tras decir en Twitter que «solo las mujeres tienen cuello uterino». Su comentario respondía a un ejemplo de las formas en que se está eliminando a las mujeres del discurso público, en este caso a través de la frase «individuos con cuello uterino», una forma de lenguaje adoptada para aplacar a los activistas transgénero.

Una de las razones por las que los hombres son capaces de lograr tanto éxito con sus campañas de derechos sexuales es que las mujeres no saben lo que está pasando. Creo que necesitamos saberlo, aunque ese conocimiento sea perturbador y a menudo repugnante. Conocer lo que ocurre implica poder reaccionar. Las feministas han luchado contra el modo en que el ejercicio del derecho sexual masculino perjudica a las mujeres y a la infancia. Hemos luchado contra la violación, la prostitución, la pornografía, la pedofilia y el sadomasoquismo con cierto éxito. Tenemos una nueva lucha en nuestras manos contra el movimiento de los derechos transgénero. En esta lucha también nos encontramos frente a la furia de los hombres ante la idea de que tratemos de limitar sus libertades, en particular su libertad sexual. Pero hemos tenido un éxito considerable. En los últimos dos años se han creado muchas organizaciones de mujeres para luchar contra la afirmación en las leyes de una «identidad de género» femenina por parte de los hombres y sus intentos de prohibir nuestras críticas por considerarlas «discurso del odio». Formo parte de la Campaña por los Derechos Humanos de las Mujeres, que en 2019 creó una Declaración sobre los derechos de las mujeres basados en el sexo para impugnar que hombres con identidades de género accedan a la categoría de mujeres en legislaciones a nivel internacional. Tiene más de 16.000 firmas de mujeres de 133 países y cientos de activistas colaboran en todo el mundo. Se han conseguido muchas victorias en juicios y cambios en las medidas políticas, sobre todo en el Reino Unido. Estamos haciendo campaña en la actualidad como algunas de nosotras lo hicimos en los años 70 contra el movimiento de liberación de la pederastia. No tenemos dinero ni trabajadoras remuneradas, pero tenemos la energía furibunda de las mujeres.

Estamos luchando por liberarnos del peso de la opresión sexual masculina y parece que siempre estemos en la cuerda floja. Sería bueno poder concentrarnos, en cambio, en la construcción de una comunidad de mujeres y una cultura de mujeres, creando alternativas reales para las mujeres y las niñas, como hicimos en la época del Movimiento de Liberación de la Mujer. Ese momento llegará de nuevo, pero primero tenemos que extirpar la idea de que es razonable que los hombres exijan el reconocimiento de sus fantasías sexuales y pretendan cuestionar, ocupar y abolir los derechos de las mujeres como derechos humanos. Nuestra principal tarea es desmantelar la sexualidad de la dominación masculina que se basa en la erotización del poder masculino y la subordinación de las mujeres. Tenemos que crear una sexualidad de la igualdad».


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